Fa mesos us vaig deixar algunes pinzellades de la “poesia de l’experiència”, el moviment que va vertebrar bona part de la “generació dels 80”: el compromís amb una poesia de la vida, intel.ligible, de diàleg entre la consciència personal i l’ètica col.lectiva. Un nou grapat de poetes i poetesses, l’anomenada “generació del 2000”, aporta nous matisos i nous prismes. No trenca amb els codis precedents, però explora camins on els afectes personals i la consciència social s’entrelliguen vers a vers, donant lloc a poemes preciosos. Isabel Pérez Montalbán, Pablo García Casado i José Luís Rey, des d’apostes estètiques diverses, en són una excel.lent mostra. Tots tres de Còrdova. Aquí us deixo un poema de cadascun d’ells.
Isabel Pérez Montalbán
Clases sociales
Con seis años mi padre trabajaba
de primavera a primavera.
De sol a sol, cuidaba de animales.
El capataz lo ataba de una cuerda
para que no se perdiera en las zanjas,
en las ramas de olivo, en los arroyos,
en la escarcha invernal de los barrancos.
Ya cuando oscurecía, sin esfuerzo,
tiraba de él, lo regresaba
níveo, amoratado, con temblores
y ampollas en las manos,
y alguna enredadera de abandono
en las paredes quebradizas
de sus pulmones rosas
y su pequeño corazón.
En sus últimos años volvía a ser un niño:
se acordaba del frío proletario,
(porque ya era substancia de sus huesos),
del aroma de salvia, del primer cine mudo
y del pan con aceite que le daban al ángelus,
en la hora de las falsas proteínas.
Pero su señorito, que era bueno,
con sus botas de piel y sus guantes de lluvia,
una vez lo llevó, en coche de caballos,
al médico. Le falla la memoria
del viaje: lo sacaron del cortijo sin pulso,
tenía más de cuarenta de fiebre
y había estado a punto de morirse,
con seis años, mi padre, de aquella pulmonía.
Con seis años, mi padre.
Pablo García Casado
Las afueras
Por más que se extiendan las ciudades hasta juntarse
unas con otras por más desengaños que el sexo la muerte
o las oposiciones nos deparen quedarán siempre las afueras
la oscuridad de los polígonos industriales la ineficacia
el ministerio de obras públicas por más que se empeñen
colectivos ciudadanos asociaciones de vecinos seguirán
amaneciendo los restos del amor en las afueras
José Luis Rey
El sindicato
El sindicato flota sobre el mar.
Allí se preparan reuniones en sueños,
manifestaciones. Allí acaba la vida.
En las ventanas rotas del sindicato la nieve
se acumula como decretos y ya no hay nada que hacer.
Pero al menos es dulce
dejar escrito un poema en los muros altos que amé.
La canción de los días y los pasos, consignas contra la lluvia.
La estrella en el flequillo. Y vestida de verde te reías.
Y un momento quizá
éramos sólo de agua, en los ojos teníamos el cielo.
Clandestinos en puertos y en hoteles,
borrando siempre las pruebas
que hablaban de una infancia afiliada a los bosques,
de una sed de ser libres.
Así vivimos ayer.
Pero ahora qué importa, ahora
que te veo saltando en los tejados mordidos por la luna,
con tus ojos tan claros que las nubes buscaban.
El aire está lleno de huellas dactilares.
Y seguimos luchando para ver qué mañana
será posible que los precios bajen
o que suban los sueños, la esperada marea
tejida con los nombres de compañeros caídos.
La posesión de lo eterno, recitar en la sombra
la lista de todos los rebeldes, de aquellos que creyeron
haber cruzado la luz.
Y quedará el sindicato, este barco en el aire,
tan bello al mediodía cuando los nuevos vienen,
alegres por las calles, con la ropa muy blanca,
gritando a puño alzado que siempre serán jóvenes,
que no se rendirán.