Tejer ciudadanía social más allá del estado de bienestar

 Article amb Gemma Ubasart, publicat a El País, 13/12 2021

Venimos de una década convulsa. La Gran Recesión golpeó los parámetros económico-financieros de la globalización desregulada. Y su gestión política, en clave austeritaria, configuró la fase más intensa del ciclo neoliberal. La Pandemia altera las coordenadas. Resurge lo colectivo como necesidad humana, más que como opción disponible en el abánico ideológico: ahí está la puesta en valor de servicios públicos y prácticas solidarias; ahí está el esquema europeo de reconstrucción. Pero más allá de crisis cíclicas y respuestas coyunturales, subyacen también dinámicas de cambio de época en múltiples dimensiones. La última década dibuja un tiempo de transformaciones intensas, diversas y aceleradas, llamadas a redibujar trayectorias personales y horizontes colectivos: emerge una nueva era. En la esfera socioeconómica se despliegan los procesos de transición tecnológica; se extiende la financiarización y sus lógicas especulativas; se redefinen factores de desigualdad y expresiones de vulnerabilidad. En la esfera sociocultural irrumpe un mundo de complejidades cotidianas, de discontinuidades vitales e incertidumbres biográficas. En la esfera ecológica se agudizan los riesgos ambientales socialmente producidos; se dibujan procesos de gentrificación, segregación y geografías de despoblación. En la esfera política se redefinen referentes de pertenencia; afloran energías ciudadanas de nuevo tipo; y se configuran coaliciones en torno a dimensiones emergentes de conflicto.

Explica Hirschman en ‘Retóricas de la intransigencia’ que ante los escenarios de cambio de época surgen pulsiones conservadoras capturables en tres tesis: futilidad, riesgo y perversidad. La futilidad supone la banalización del cambio. Riesgo y perversidad implican una lógica de fatalidad: el cambio llevaría a cuestionar conquistas y agravar problemas. Si eso fuera así, bastaría forjar estrategias entre el inmovilismo y la resistencia. Pero otra mirada es posible. Las dimensiones del cambio de época pueden ser leídas como coordenadas de reconstrucción de ciudadanía. El contexto actual de emergencia climática e incertidumbres postpandémicas resulta el escenario donde cartografiar los contratos sociales, ecológicos y de género para el siglo XXI: un entramado de derechos conectados a la sociedad surgida de las grandes transiciones, y a su nueva estructura de riesgos colectivos. Parece evidente que entre todo ello y las lógicas fordistas-keynesianas que alumbraron los regímenes de bienestar del siglo XX  se abre un abismo. Se trata de un desencaje de época que convoca a explorar políticas de nuevo tipo y nuevas formas de producirlas. A situar al estado de bienestar frente al espejo del cambio de era. Emergen tres esferas propositivas clave. 

1) Enlazar igualdad con diferencias y autonomía con vínculos. El tiempo nuevo viene cruzado por tensiones: ejes emergentes de desigualdad, discriminación, ausencia de libertad y exclusión relacional. La reconstrucción de derechos debería conducir a espacios de equidad (forjar igualdad), diversidad (reconocer diferencias), autodeterminación personal (generar autonomía) y comunidad (articular vínculos). La gramática de una ciudadanía social posible para el s.XXI se escribe en la conexión de igualdad con diferencias y de autonomía con vínculos. Materializar la construcción de equidad en un marco de diversidades puede requerir, en clave de políticas, cuatro giros sobre los términos del viejo contrato social: hacia la predistribución, más allá de lógicas redistributivas clásicas; hacia los feminismos, más allá de las relaciones de género dominantes; hacia la interculturalidad, más allá de las concepciones tradicionales de integración; hacia las edades, más allá de enfoques adultocráticos. Materializar la construcción de autonomía en un marco de fraternidad, puede requerir cuatro nuevas transformaciones: hacia la renta básica, para garantizar condiciones materiales de existencia y libertad real; hacia la transición ecosocial, para construir justicia climática global y soberanías de proximidad; hacia los cuidados, como bienes comunes relacionales orientados a superar vulnerabilidades cotidianas; y hacia la agenda urbana, para asegurar el derecho a la ciudad.

2) Democratizar la ciudadanía social. El estado de bienestar keynesiano se inscribió en una doble coordenda institucional: un modelo de democracia representativa con procesos limitados de implicación ciudadana; y un esquema burocrático de gestión pública heredero de dogmas weberianos. Ambos parámetros guardan relación: una democracia de baja calidad participativa encaja bien con una administración de baja intensidad deliberativa. Hacia finales del s.XX la ofensiva mercantilizadora diseña, en el plano de la administración, el esquema del New Public Management (NPM): transferencia de la lógica empresarial al ámbito público, externalizaciones y sustitución de ciudadanos por clientes. Hoy, en pleno s.XXI, la reconstrucción de la ciudadanía social afronta el reto de impulsar el giro hacia lo común: superar tanto el monopolismo burocrático como el NPM y convertir los derechos sociales en ámbitos de profundización democrática. La gobernanza participativa y relacional implica políticas generadoras de democracia activa, servicios reconfigurados como bienes comunes, y prácticas ciudadanas como espacios de autogestión de derechos. Supone una esfera pública articulada por redes público-comunitarias, procesos de coproducción, e iniciativas de innovación social. Una gobernanza orientada a vertebrar lo común más que a gestionar burocracias. Con una administración democrática y deliberativa; y una acción colectiva declinada en términos de construir, más que de resistir.

3) Fortalecer la proximidad y la ciudadanía multiescalar. La sociedad industrial generó marcos nacionales de gestión del conflicto de clases, el contrato social fraguó en el espacio de los estados. A finales del s. XX, los procesos incipientes de europeización / descentralización implicaron un cambio en la geografía del bienestar: el viejo esquema dió paso a las primeras redes multiescalares. En el ámbito europeo cuajaron dos opciones estratégicas. Priorizar la agenda urbana/regional de los programas de cohesión y apostar por un engranaje de gobernanza compleja. La Unión jugaría un papel relevante; pero lejos de excluir, operaría como palanca de activación de políticas sociales multinivel. En el s.XXI, las transiciones ahondan en el giro socioespacial y la escala europea aborda dos retos simultáneos: ampliar capacidades de gobierno en consonacia con el carácter global de los nuevos riesgos ecosociales, y democratizar procesos para trabajar de forma más cooperativa y horizontal con los espacios de proximidad. En el ámbito urbano, irrumpen nuevas fragilidades conectadas a la transición sociocultural (crisis de los cuidados, dificultades de acogida, soledades) que remiten a una arquitectura más cotidiana de los derechos sociales. Aparecen también fracturas vinculadas a la transición socioeconómica (desahucios, gentrificación, segregación residencial) que convocan a reconstruir ciudadanía desde la centralidad del hábitat. Frente a la trazabilidad local de los cambios, emerge el reto de fortalecer el bienestar de proximidad por medio de políticas ubicadas en los márgenes del estado social: inclusión, cuidados, vivienda, movilidad sostenible… Reescribir, en síntesis, una institucionalidad con más poder en el territorio: allí donde las cosas pasan, donde late la inteligencia colectiva para abordarlas.

Tejer ciudadanía social en el siglo XXI es tarea tan compleja como necesaria. El cambio de época nos ubica en transiciones vitales donde crecen miedos y esperanzas, incertidumbres y oportunidades. Forjar contratos sociales, ecológicos y de género conectados a esas nuevas realidades implica superar muchas coordenadas del viejo modelo de bienestar. Supone vertebrar un campo de políticas y prácticas donde la igualdad pueda conversar con las diferencias; donde la autonomía personal pueda hacerlo con la fraternidad. Supone también vincular lógicas de protección con más y mejor democracia; conectar la transformación de las administraciones con la articulación de lo común. E implica, finalmente, fortalecer las dimensión de proximidad de los derechos sociales, con el muncipalismo como motor de ciudadanía en marcos cooperativos de gobernanza multiescalar.

Esferes de segregació i polítiques de fraternitat

 Article amb Ismael Blanco, publicat a 'Pensem.cat' el 30 de novembre de 2021

1. Interaccions entre desigualtat i segregació social

El creixement de les desigualtats socials ha resultat intens en bona part del món al llarg del cicle històric més recent. Cap a finals dels anys 70 del segle XX es produeix una inflexió, a escala global, en la dinàmica de distribució social de la renda. Les quatre dècades posteriors (1980-2020) dibuixen un temps d’increment sostingut de les desigualtats, amb variacions importants. A Europa, la regió més igualitària del planeta, la proporció de renda en mans del 10% més ric passa del 32% al 38% i a Nordamèrica es dispara del 34% al 47%. A Rússia i Xina la concentració de renda en el segment alt creix més de 20 punts percentuals. I a Amèrica Llatina, a països com Xile, Brasil i Mèxic, els més rics segueixen acumulant a l’entorn d’un 60% de la renda. Les dinàmiques incrementals de desigualtat social comporten l’avenç accelerat cap a societats més polaritzades, amb unes capes mitjanes fragilitzades, un augment de la població en risc de pobresa i una més gran concentració de la riquesa. Al creuar-se amb variables de gènere, edat, origen i residencials, aquest creixement de la desigualtat dona lloc a unes estructures socioespacials més complexes i fragmentades. L’última dècada ha accelerat aquest tipus de processos: primer com a conseqüència de la Gran Recessió de 2008 i les seves polítiques d’austeritat; de forma més recent, com a conseqüència de la crisi sanitària, social i econòmica provocada per la pandèmia de la Covid-19. 

El creixement recent de les desigualtats es produeix en un marc d’interaccions intenses i complexes amb les dinàmiques de segregació social. Per segregació social entenem la tendència de diferents grups a separar-se en la seva quotidiantitat, de forma que les vides d’uns i altres tendeixen a transcórrer en espais no compartits, fent així més improbable la interacció entre ells. La segregació implica per tant la (pràctica) inexistència d’escenaris de mixtura, expressa la fragilitat o absència de comunitats amb vinculacions creuades.

Plantegem una idea inicial. Quan la construcció d’igualtat s’afebleix, les segregacions tendeixen a eixamplar-se; la cristal.lització progressiva d’esferes segregades genera llavors noves condicions d’ampliació de desigualtats. En sentit oposat, l’existència i qualitat d’espais de mixtura, de comunitats diverses amb alta densitat relacional, opera com a factor promotor d’horitzons d’equitat, compatibles amb l’autonomia i les diferències. Considerem per tant dos eixos que tensionen les estructures socials: segregació/mixtura i desigualtat/igualtat. Són distingibles però interseccionen, i en els seus creuaments es perfilen escenaris múltiples. En el pol de la mixtura igualitària, la barreja crea i manté condicions d’igualtat; en l’altre pol, la fragmentació desigual provoca l’alimentació mútua entre separacions i inequitats. Més enllà, es dibuixen també escenaris híbrids: la mixtura desigual, on les barreges són compatibles amb desigualtats socials intenses; i la fragmentació igualitària, on la redistribució no ha quallat en vincles comunitaris.

Son models teòricament plausibles, que donen lloc a configuracions socioespacials concretes, en contextos històrics i territorials específics. Tots els escenaris son tendencials i inestables, en la mesura que els factors d’interrelació romanen també actius i canviants; poden descriure tendències diverses, inclús contradictòries, coexistents en un mateix temps i lloc. Allò important, per tant, no és la construcció teòrica en sí; és rellevant intentar conèixer la forma en que la realitat s’aproxima a uns o altres escenaris, així com les conseqüències socials i reptes polítics que tot això comporta  

 

2.     Esferes quotidianes de segregació: escenaris de fragmentació desigual

Convé per tant analitzar de forma concreta -a partir d’àmbits temàtics i des d’anàlisis situades- les interaccions entre segregació i desigualtat. A això s’orienta el llibre col.lectiu de propera aparició ‘Vidas segregadas. Reconstruir fraternidad’. Es tracten en ell quatre grans blocs: els barris, les comunitats i la mobilitat quotidiana; l’educació, les cures infantils i la cultura; la salut i l’alimentació saludable; les capacitats institucionals i l’acció col.lectiva. Cada bloc aporta evidències que ens permeten trobar elements de resposta a preguntes clau. Transiten les nostres vides quotidianes per esferes de segregació?. Ho fan amb més o menys intensitat en uns àmbits o en d’altres?. Operen aquestes fragmentacions com a motor de creixement de la desigualtat?.

Del conjunt d’estudis temàtics van sorgint els trets que caracteritzen els múltiples escenaris de fragmentació desigual. Esferes de vida diària on les desigualtats econòmiques, socioculturals i d’agència institucional o col.lectiva es plasmen també en dinàmiques de segregació que fracturen la quotidianitat dels grups socials:

 

·       Processos de fragmentació residencial d’arrel socioeconòmica i ètnicocultural entre barris, al costat de lògiques de desvinculació relacional i fragilitat comunitària en els barris.

 

·       Segregacions amb biaixos de classe i gènere en les dinàmiques quotidianes de mobilitat, al costat d’inequitats socioespacials en els serveis de transport públic col.lectiu.

 

·       Serveis d’educació infantil amb taxes reduides de cobertura i barreres econòmiques d’accés; escoles i xarxes d’escolarització segregades; i espais educatius extraescolars fortament excloents. Desigualtats socioterritorials de participació cultural, espais fragmentats d’accés i pràctica, i absència de reconeixement d’actius culturals comunitaris.

 

·       Esferes segregades d’atenció sanitària segons nivells de renda, i territoris segregats en salut segons nivells de vulnerabilitat urbana. Segregació socioespacial alimentària: ‘deserts d’alimentació saludable’ en barris d’alta vulnerabilitat, i ‘miratges alimentaris’ en barris no vulnerables amb oferta saludable no assequible per a rendes baixes. Elevada relació entre oferta ecològica i barris benestants, i més gran exposició a aliments no saludables en entorns escolars de barris perifèrics.

 

·       Capacitats institucionals i col.lectives concentrades en municipis i barris de rendes mitjanes i altes, amb necessitats socials relativament baixes. Al costat d’àrees de forta vulnerabilitat social, urbana i comunitària privades dels recursos públics municipals i del capital relacional necessari per a revertir els seus múltiples desavantatges.

L’acumulació d’aquest conjunt de dimensions dona lloc al mosaic de la segregació quotidiana, un ventall d’escenaris de fragmentació desigual que van configurant una realitat de vides separades. Una realitat que no només reflecteix desigualtats, sinó que genera, també, condicions de reproducció ampliada d’aquestes mateixes desigualtats. Per a superar aquesta lògica, i impulsar transicions cap a escenaris de mixtura igualitària es fan necessàries polítiques públiques i pràctiques socials, així com pautes d’interacció entre elles.

 

3.     Estat de benestar i segregació social: interaccions complexes

El contracte social que va donar lloc als estats de benestar europeus implicà, després de la segona guerra mundial, un període sense precedents de reducció de la desigualtat, per mitjà de polítiques de caràcter redistributiu i de cobertura pública de necessitats socials. Es redistribueixen rendes, tot i mantenint disparitats rellevants d’ingressos primaris. I, més enllà de la dimensió econòmica, les distribucions socials de poder van quedar relativament inalterades. Tot això, a més, es donava en un marc de baixa heterogeneïtat social, en un context d’amplis agregats col.lectius, estructurats per l’eix de classe. L’esmentat model es va articular en base a un sòlid exercici de solidaritat, orientat a la construcció de cohesió social. Les institucions de l’estat de benestar, sobretot les de caràcter universal, van impulsar la trobada entre grups socials amb independència dels seus nivells de renda i van mantenir per tant actives les condicions quotidianes de la igualtat.   

Però l’estat de benestar no només ha actuat com a palanca d’igualtat i de barreja. En certes circumstàncies ha operat també com a factor de segregació. Quan les polítiques socials no son universals (per exemple, programes selectius per nivells de renda), ni s’incardinen en processos de construcció de comunitat (per exemple, equipaments públics aliens al teixit social del territori) poden contribuir a reforçar dinàmiques de fragmentació. Un exemple històric d’aquest fenomen, de nítides característiques socioespacials, fou la construcció massiva d’habitatge públic a les perifèries de les grans ciutats europees entre els anys 50 i 70 del segle XX. En aquest cas, el dret a l’habitatge (dimensió d’igualtat) es va fer tangible en termes de segregació urbana (contrària al dret a la ciutat). Recentment, l’increment tant de les desigualtats  com de les dinàmiques de segregació s’explica també pels embats que pateix l’estat de benestar: erosió política del vell contracte social, i dificultats estructurals de reconstruir ciutadania en un context de canvi d’època.

Les coordenades del debat se situen avui sobretot en els valors i polítiques que hauria d’incorporar un nou contracte social per a teixir igualtats i mixtures, tot i respectant diferències i autonomies, en un context de complexitats, incerteses i injustícies ben diferent al que va donar origen al model de benestar clàssic. Com erigir una dimensió de fraternitat potent en el nucli d’una ciutadania social possible per al segle XXI?. Emergeix el repte d’explorar polítiques públiques i pràctiques socials de nou tipus orientades a rearticular espais compartits i vincles, a situar la construcció de fraternitat en el nucli del nou contracte social. Potser així pugui reescriure’s la gramàtica de la igualtat.

 

4.     Cap a quotidianitats de mixtura igualitària: polítiques per a construir fraternitat

Durant les últimes dècades, les agendes de drets socials han tingut un desplegament feble tant en polítiques urbanes de generació de mixtures, com en polítiques comunitàries on produir els vincles quotidians d’aquestes mixtures. Ni els barris ni les comunitats; ni la justícia espacial, ni els llaços solidaris s’han ubicat entre les prioritats dels règims de benestar europeus. La praxi neoliberal, a més, ha desfermat desigualtats i segregacions, i ha trencat molts dels vincles preexistents.

Ens trobem actualment en un nítid punt d’inflexió postpandèmica cap a la reconstrucció d’un nou contracte social, ecològic i de gènere per al segle XXI. Uns drets socials adaptats a la societat sorgida de les grans transicions i a la seva nova estructura de riscos ecosocials. I és en aquesta conjuntura on adquireix sentit pensar i erigir una dimensió del nou estat de benestar orientada a la fraternitat, a l’articulació de comunitats diverses amb teixit solidari. Polítiques per desegregar, per generar espais i xarxes d’hibridació de grups i funcions. Aquest gir cap a la fraternitat té sentit per sí sol, i en té també com a motor de reconstrucció d’estratègies igualitaristes. Sembla evident, a més, que el vessant de fraternitat del nou contracte social hauria de teixir-se des de polítiques de proximitat i per tant des de poders locals més forts; així com des de l’aprofundiment democràtic i per tant des de la cocreació d’aquestes polítiques.

Pot sobre aquestes bases dibuixar-se una agenda de fraternitat, de transició cap a escenaris quotidians de mixtura igualitària? Els capítols temàtics de ‘Vidas segregadas’ ens ofereixen pistes de gran valor. Podem considerar, a partir d’elles, cinc eixos vertebradors de l’esmentada agenda. No es tracta d’eixos estrictament sectorials, sinó que sorgeixen més aviat com a àmbits amplis on desplegar capacitats institucionals i ciutadanes. Àmbits que aporten mirades específiques, però també creuaments i interseccions entre ells. Es tractaria, en síntesi, de teixir l’entramat polític i comunitari de la mixtura: aquest nou contracte social que, ara sí, articuli igualtat amb fraternitat.

 

- Regeneració urbana i redistribució metropolitana

El conjunt de vulnerabilitats vinculades a la segregació i l’exclusió habitacional guanyen centralitat en l’estructura emergent de riscos socials. El nou municipalisme reclama les eines necessàries per construir el dret a la ciutat. I els agents urbans construeixen pràctiques innovadores i significats compartits, un nou sentit comú on arrela la defensa comunitària de la justícia espacial. En aquest context, enfront la segregació generadora d’hàbitats fragmentats i desiguals, sorgeix la necessitat d’una bateria de polítiques urbanes pel dret a la ciutat, com a component central de l’agenda de fraternitat: l’accés a l’habitatge en tots els entorns urbans; la seguretat residencial enfront lògiques de gentrificació; la millora de barris vulnerables davant de dinàmiques de degradació; i la creació d’espais urbans per a la mobilitat sostenible. Una agenda contrasegregadora orientada a crear quotidianitats compartides en espais de mixtura social i funcional.

La segregació urbana incorpora avui una nítida escala metropolitana: eixos transmunicpals de vulnerabilitat socioespacial; i lògiques d’especialització intermunicipal en funció de nivells econòmics de la població. Enfront a aquesta realitat, les noves agendes de fraternitat no poden obviar la redistribució metropolitana vehiculada per mitjà de dos tipus de polítiques: a) un model més progressiu de finançament municipal orientat a incrementar els recursos de les ciutats amb més concentració de riscos i exclusions; b) un model de governança de les metròpolis amb les competències necessàries per dissenyar polítiques estructurals de millora de barris vulnerables.

- Inclusió social i interculturalitat

 Els escenaris de fragmentació desigual cristal.litzen en l’espai urbà, i ho fan també en la seva geografia humana: s’articulen vulnerabilitat residencial i exclusió social. Les estratègies d’inclusió, com a factors de contrasegregació social, es desenvolupen en dos camps principals: pobresa severa i diversitat ètnicocultural.

 

·       La pobresa severa remet a l’enfortiment de les xarxes de serveis socials com a espais clau d’inclusió sociorelacional en el territori. Enfront a les fractures en el teixit de la cohesió, resulta fonamental l’existència d’uns serveis socials universals, promotors de l’autonomia personal i els llaços comunitaris. Uns serveis amb capacitat d’impulsar lògiques d’apoderament col.lectiu que situin a les persones vulnerables com a subjectes actius, protagonistes dels seus propis itineraris d’inclusió.

 

·       Les ciutats han anat transitant cap a l’heterogeneïtat ètnicocultural. La segregació urbana de la població d’origen estranger amb trajectòria migratòria d’arrel socioeconòmica genera importants escenaris de fragmentació desigual. En aquest terreny, l’agenda de la fraternitat remet al model intercultural, definit per la voluntat de generar simultàniament condicions d’igualtat política, inclusió social i reconeixement cultural. I encara més important: sense coexistències quotidianes en paral.lel; amb regles de joc acordades que facin possible la interacció, barri a barri. La proposta intercultural posa l’accent en la creació d’un espai urbà compartit, contrasegregador, com a marc de pràctiques relacionals en la diversitat.

 -  Acció comunitària i iniciatives ciutadanes

La segregació comunitària implica múltiples fragilitats en l’esfera relacional: es tracta d’interaccions febles i llaços comunitaris escassos; solituds forçades i dinàmiques d’aïllament; vides desvinculades dels seus entorns. L’acció comunitària com a gramàtica de resposta contrasegregadora s’orienta a l’apoderament personal i col.lectiu basat en la centralitat dels vincles i la densitat relacional. En societats complexes, la ciutadania -al costat de components de justícia espacial i inclusió social- ha d’aportar ancoratges comunitaris de vida quotidiana, com a motor de construcció de mixtures igualitàries.

En clau de polítiques públiques, l’acció comunitària pot desplegar-se a través de: a) la lògica territorial: plans i marcs de governança a escala de barri com a espais de cooperació públic-veïnal de caràcter integral; b) la lògica trans-sectorial: accions impulsades des de les xarxes de serveis públics (educació, cultura, salut, cures...) per a dotar de dimensió comunitària al model de benestar. Aquesta lògica remet als equipaments de proximitat i a la necessitat de convertir-los en bens comuns, en espais d’infraestructura comunitària, com a aportació a l’agenda de fraternitat, a la construcció tangible de mixtures igualitàries.

En el terreny de les pràctiques ciutadanes, la distribució socioespacial del conjunt d’iniciatives va configurant i reproduint una pauta concreta: l’acció col.lectiva no es genera en aquelles àrees on resideix la població de rendes més baixes, sinó en barris de classe mitjana amb forta articulació associativa i una tradició potent de participació social. Enfront a aquesta realitat sembla necessari construir marcs de suport a l’acció col.lectiva urbana que poden cristal.litzar en un mínim de quatre línies d’acció: a) promoure l’scaling up: reescalar pràctiques per a que arribin a àmbits territorials més amplis; b) afavorir l’scaling out: articular xarxes horitzontals d’intercanvi que permetin aprenentatges creuats i rèpliques reflexives de pràctiques en marxa; c) impulsar el reequilibri de les geografies de l’acció col.lectiva, amb processos de difusió d’iniciatives cap a territoris vulnerables, i eines de suport que permetin enfortir el capital social i les pràctiques en aquests mateixos territoris; d) possibilitar la consolidació del teixit del comú per mitjà d’articulacions estables entre l’acció col.lectiva i les institucions de proximitat (coproducció de polítiques, gestió comunitària de serveis...).

- Territoris d’educació i cultura

L’escola pública va constituir l’eix central d’igualtat en el contracte social del segle XX; l’articulació d’educació, cultura i territori/comunitat pot construir una dimensió clau de l’agenda de fraternitat en el contracte social del segle XXI. Transitar cap a un escenari d’educació inclusiva i fraternal implica, en primer lloc, revertir el conjunt de factors que, inserits en el disseny de les polítiques educatives, generen segregació. Suposa posar fi a esquemes de doble xarxa (pública/concertada) que aplanen camins de fugida, i consolidar models d’accés de proximitat amb distribució equitativa d’alumnat vulnerable.

Però la desegregació educativa ha de desbordar l’espai escolar, en dues direccions. A) L’ampliació educativa cap al conjunt dels cicles de vida. Emergeix aquí amb força la necessitat d’universalitzar els serveis educatius i de cura de 0 a 3 anys, amb supressió de barreres econòmiques d’accés. B) L’ampliació educativa cap al conjunt d’entorns de vida quotidiana. Sorgeix aquí, d’una banda, el repte de revertir la segregació en els espais i activitats extraescolars, que segueixen avui travessats per fortes inequitats territorials. I, d’altra banda, l’aposta per connectar escoles i barris: centres educatius compromesos amb la realitat de les seves comunitats, i comunitats que assumeixen la referencialitat de les seves escoles.

La vinculació cultura-educació, finalment, emergeix com el marc bàsic en el qual ubicar la superació de les segregacions culturals. Els escenaris de fragmentació desigual s’expressen avui en circuits de producció, oferta i accés en clau de consum, més que de participació cultural; i de mercats, més que de drets culturals. La transició hauria de: a) articular un entramat d’activitats culturals de caràcter inclusiu en tots els barris; b) dotar de centralitat als espais comunitaris (centres cívics, biblioteques, ateneus, casals de barri, fàbriques de creació) en les polítiques culturals; i c) reconèixer les pràctiques comunitàries i els actius culturals ciutadans no formalitzats.

- Barris i vides saludables

La connexió salut-alimentació-ecologia urbana apareix avui com a un eix rellevant, com a peça clau en la transició cap a nous escenaris quotidians de mixtura social. En el terreny dels serveis de salut, pot plantejar-se d’una banda un gir cap a la proximitat, enfortint la xarxa de centres d’atenció primària als barris, amb prioritat cap als més vulnerables. I d’altra banda un gir comunitari que permeti forjar processos de construcció col.lectiva de la salut des de la col.laboració entre el conjunt de recursos públics i el teixit veïnal i associatiu. En la dimensió alimentària, prioritzar l’acció contrasegregadora implica enfortir de forma articulada: a) l’eix social: la cobertura de necessitats alimentàries de persones i col.lectius en risc d’exclusió; b) l’eix territorial: la millora dels EAL (entorns alimentaris locals) en barris de rendes baixes i àrees escolars; c) l’eix comunitari: el suport a iniciatives ciutadanes de solidaritat alimentària i de consum agroecològic i, sobretot, la seva coordinació i extensió territorial per arribar als barris més vulnerables. No podem oblidar, per últim, les desigualtats i segregacions vinculades als determinants ambientals de la salut. Els estrats de rendes baixes i els barris fràgils pateixen de forma més intensa les conseqüències del canvi climàtic i de la contaminació de l’aire. És per això que les principals polítiques d’ecologia urbana (transició energètica i canvi modal cap a la mobilitat saludable) son rellevants en tant que polítiques de salut, i resulten a més fonamentals en la seva contribució a la justícia socioespacial.

Arribem al final d’aquest exercici de reflexió, exploració i proposta, que hem bastit a partir del llibre col.lectiu ‘Vidas segregadas’, de propera aparició. Vam iniciar el trajecte amb l’articulació d’un marc teòric on dibuixàvem l’eix segregació-mixtura com a una de les dimensions que tensionen la realitat social. I on situàvem la doble idea de la segregació com a antagonista de la fraternitat, i com a erosionadora de les bases quotidianes de la igualtat. Hem revisat després evidències més enllà del camp de la segregació residencial, amb incursions cap a esferes menys explorades:  els vincles comunitaris, les dinàmiques de mobilitat, els espais educatius i de cures, els àmbits culturals, els sistemes de salut, els entorns alimentaris, les capacitats institucionals i els mapes d’acció col.lectiva. Perfilar un horitzó propositiu era, finalment, una tercera finalitat explícita. El punt de partida passava per visibilitzar les relacions complexes, fins i tot contradictòries de l’estat de benestar tradicional amb les esferes quotidianes de segregació. I, a partir d’aquí, perfilar una agenda oberta de fraternitat com a dimensió central en els processos de reconstrucció de ciutadania social durant les properes dècades. S’han dibuixat propostes en els terrenys de la regeneració urbana i la redistribució metropolitana; la inclusió social i la interculturalitat; l’acció comunitària i les pràctiques ciutadanes; els territoris educatius-culturals; i les vides saludables. Esperem haver aportat, sobretot, estímuls per seguir traçant un camí de superació de segregacions i de construcció de fraternitats.

Transformar la metròpoli postcovid: una agenda d'acció

(Article publicat a Crític, 14 de setembre 2021) 

El març de l’any passat esclatava l’emergència sanitària de la covid-19 i, de forma immediata, les seves conseqüències socials, ecològiques i econòmiques: efectes profunds i transversals, amb plasmacions diverses en el territori. La relació entre pandèmies i ciutats és històrica, però les metròpolis del segle XXI no havien rebut un ventall comparable d’impactes. Bé, veníem de la gran recessió i els teixits ecosocials i urbans no s’havien recuperat encara del tot d’una crisi intensa i d’una austeritat injusta. Ara però no es tracta tant de ‘recuperar’ sinó de ‘transformar’: saber on som per tal d’anar construint la metròpoli del futur des de noves coordenades. Acaba de publicar-se ‘La metròpoli (post)covid: impactes, escenaris i reptes’, el volum que aplega la recerca col.lectiva recent de l’IERMB. Es desgranen, en ell, els paràmetres que emmarquen la nova realitat, els quals configuren l’eix vertebrador de les reflexions d’aquest article. Dibuixaré, en un primer apartat, les dinàmiques emergents en les seves tres dimensions principals (social, espacial i comunitària). I apuntaré, en un segon apartat, una proposta d’agenda metropolitana per la transformació, estructurada en cinc camps temàtics i un decàleg d’acció.       

 

1.    L’escenari metropolità postcovid


 

Desigualtats socials

En l’àmbit de la renda, l’impacte més potent de la pandèmia es desencadena en forma de pobresa: la població en risc ha augmentat d’un 20% a l’àrea metropolitana. Quan la pobresa mostra la seva distribució entre perfils, s’observen unes pautes d’alta focalització: efectes molt intensos sobre les classes treballadores, infants i persones migrants. En l’esfera laboral, la caiguda de l’ocupació ha estat més elevada als municipis metropolitans que en el conjunt de Catalunya. El nou escenari, a més, ha ampliat asimetries preexistents. La població jove, les dones i els col.lectius amb vincle laboral precari han rebut els cops més intensos. La pandèmia ha ampliat també la clivella de les edats com a eix de desigualtat. Els infants van travessar els dies de confinament enmig d’una quotidianitat creuada per realitats complexes: experiències motivadores (noves formes de comunicació online) i decebedores (tancament d’escoles i espais de lleure). Els malestars van ser més intensos en infants amb situacions familiars de risc, condicions precàries d’habitabilitat  i manca d’eines per l’educació no presencial. Bona part de la gent jove viu un context d’inseguretat econòmica i residencial: mercats de treball i d’habitatge excloents. A la metròpoli, la taxa d’atur juvenil creix de forma desigual segons l’origen, la renda i els barris: el nivell d’atur dels joves migrants dobla el dels autòctons; i l’atur dels residents a barris de rendes baixes multiplica per tres el dels joves de barris benestants. La incidència sobre l’habitatge no és menor: d’entre la gent jove emancipada, gairebé un de cada tres expressa dificultats de pagament de despeses d’habitatge, i a la ratlla del 10% impossibilitat sobrevinguda de fer front al lloguer. La crisi de la covid-19, en síntesi, fragmenta i polaritza encara més l’estructura social metropolitana.

 

Segregacions urbanes

Al llarg dels anys previs a la pandèmia, la bombolla immobiliària es va traslladar de les hipoteques al lloguer. L’extrema debilitat de les polítiques d’habitatge va implicar un deteriorament creixent de la capacitat de les llars per a cobrir despeses bàsiques. La pandèmia ha aguditzat la situació. L’habitatge es consolida en el nucli dels riscos d’exclusió social a la metròpoli, de forma més intensa per a les persones que viuen en règim de lloguer.  El percentatge de llogateres i llogaters que està patint sobrecàrrega de despeses d’habitatge segueix creixent. Estretament vinculada a la distribució espacial de preus del sòl i immobiliaris, la plasmació territorial de la desigualtat ha guanyat també visibilitat en el context de la pandèmia. A l’àrea metropolitana de Barcelona la vulnerabilitat urbana presenta un triple patró de persistència (es cronifiquen els àmbits de pobresa), concentració (focalització en l’espai) i complexitat (amb diferents articulacions entre els vessants social i residencial). Des de fa dècades l’exclusió s’expressa amb intensitat als eixos del Besòs i el Llobregat, afectant àmplies àrees transmunicipals configurades sobre una lògica clarament metropolitana. La pandèmia, finalment, ha alterat de forma substancial algunes dinàmiques de mobilitat. El confinament i el ventall de restriccions van implicar una reducció inèdita de fluxos. L’escenari, tanmateix, va evidenciar amb força les pautes de segregació socioeconòmica en l’espai: a les zones benestants, el teletreball provocava la caiguda dels patrons preexistents d’hipermobilitat en vehicle privat; als barris de rendes baixes, l’ocupació en serveis essencials de caràcter presencial mantenia un ús molt més elevat del transport públic col.lectiu.

Fragilitats (i energies) comunitàries

El 90% de la població metropolitana conviu en blocs, fet que emmarca les condicions dels pisos i la dinàmica de relacions veïnals. El confinament evidencià les fractures quotidianes que travessen l’espai de les llars: desigualtats en les pròpies condicions d’habitabilitat, en les relacions de gènere vinculades als temps de cura, en la dimensió digital connectada a l’educació... La pandèmia va suposar també en molts casos una redescoberta del veïnat, un enfortiment de les relacions i la solidaritat comunitària. La realitat és però complexa. I han crescut també les experiències de solitud. La situació d’aquelles persones que, tot i viure en entorns de densitat, expressen una absència no volguda de relacions quotidianes, i el fet de no poder comptar amb amics o familiars en cas de necessitat. Una solitud que afecta sobretot les persones més vulnerables en l’àmbit de la salut, les llars unipersonals, i aquelles formades per persones d’edat més avançada. Els actors del territori, d’altra banda, han mostrat un potencial d’agència rellevant per a fer front a la pandèmia i han enfortit les bases per impulsar processos de transformació. Les respostes s’han anat articulant des de l’acció col.lectiva urbana. Cal considerar, en el camp de la ciutadania, un cicle llarg de creixement i diversificació de pràctiques connectades a la tutela comunitària de drets i a la cobertura de necessitats bàsiques. Adopten primer el format d’experiències d’autogestió urbana, en el tombant del mil.leni. Cristal.litzen poc després -en resposta a la gran recessió i en el marc del 15m- com a pràctiques d’innovació social. Seria difícil d’entendre, sense aquest bagatge, el nou esclat de la lògica col.laborativa com a resposta als impactes de la pandèmia. Emergeixen nous tipus d’iniciatives ciutadanes de solidaritat: xarxes orientades al suport mutu i a l’activació de llaços veïnals i comunitaris, per tal de fer front a les vulnerabilitats materials i relacionals que la pandèmia deixa al descobert.

 


2.    Una proposta d’agenda metropolitana

Sobre aquestes bases, la transformació de la metròpoli postcovid requereix un intens compromís públic.  D’una banda, un marc estructural de polítiques públiques que deixi enrere el paradigma de l’austeritat i incorpori forts components de transició ecosocial. I requereix també, d’altra banda, un gir metropolità, la presència determinant de la metròpoli com a subjecte institucional amb capacitat de desplegar polítiques i d’interactuar en marcs de governança multinivell. El quadre següent mostra un decàleg d’acció connectat a les evidències sorgides. Un ventall de polítiques possibles estructurat en cinc àmbits. La vinculació entre innovació econòmica i transició ecològica ha d’anar definint una metròpoli sostenible, on la generació de valor respecti els ecosistemes i els seus límits ambientals. La interacció entre regeneració urbana i inclusió social ha de fer possible una metròpoli compromesa amb la justícia espacial. Un territori on, finalment, cristal.litzin lògiques de prosperitat compartida i una geografia de comunitats diverses, creuades per vincles solidaris. 


Metròpoli i transformació postcovid: decàleg de polítiques públiques

Transició ecològica

Desenvolupar una estratègia socioecológica metropolitana basada en l’acció climàtica, la transició energètica, la infraestructura verda, l’alimentació saludable i la gestió de l’aigua com a bé comú.

Implementar el pla metropolità de mobilitat urbana amb perspectiva de gènere, prioritzant polítiques orientades al canvi modal (mobilitat activa i transport públic), la cohesió territorial i la tarifació inclusiva.

Innovació econòmica

Elaborar un ‘Green New Deal’ metropolità com a estratègia de reactivació econòmica i de l’ocupació sobre la base d’un model productiu plural de caràcter inclusiu, circular, descarbonitzat i digital.

Aprovar un salari mínim metropolità, d’acord al càlcul territorial del cost de la vida per àrees urbanes.

Inclusió social

Establir, com a ingrés complementari a la RGC i a l’IMV, un suport econòmic metropolità de caràcter incondicional a partir d’un procés d’harmonització i enfortiment dels ajuts municipals d’urgència. Dotar d’escala metropolitana el Fons 0-16, com a instrument d’acció contra la pobresa infantil severa.

Articular xarxes socioeducatives i de cura en l’àmbit metropolità (escoles bressol, espais familiars i serveis d’atenció domiciliària) com a estratègia vinculada a la igualtat de gènere i el canvi demogràfic.

Ampliar els convenis amb el CUESB (Centre d’Urgències i Emergències Socials de Barcelona) com a llavor d’una política d’atenció a la vulnerabilitat que doti a la metròpoli d’una xarxa de serveis d’inclusió

Regeneració urbana

Posar en marxa un pla de barris metropolità com a política estructural per abordar la vulnerabilitat urbana, amb intervencions flexibles i adaptades, i amb processos de coproducció veïnal i comunitària.


Desplegar l’agenda d’habitatge amb múltiples instruments: operador metropolità de lloguer, generació d’habitatge assequible en el parc existent,  regla del 30% d’habitatge protegit en sòl urbà, impuls a l’habitatge cooperatiu en cessió d’ús, rehabilitació amb criteris ecosocials, i ajuts al lloguer

Acció comunitària

Definir un marc metropolità de suport a les pràctiques d’innovació social i a les iniciatives ciutadanes de solidaritat que faci possible dinàmiques de reescalatge, transferència interterritorial i enfortiment del teixit i la vida comunitària en barris d’alta vulnerabilitat.

En el camp de l’acció institucional, el municipalisme ha estat i és una palanca clau de construcció de benestar. És encara necessari, i amb potencial d’enfortiment dels seus marcs normatius i de finançament. Però no és ja suficient. Els municipis amb més col·lectius i barris vulnerables són tanmateix els qui tenen menys recursos per a fer-hi front.  D’altra banda, les grans dinàmiques de canvi i les quotidianitats on es fan tangibles s’expressen avui en àmbits de barri i de ciutat, sí; però també, i amb molta intensitat, en l’escala de metròpoli. Cal forjar les noves bases institucionals i cíviques que facin possible transformar la realitat. La metròpoli que emergeix de la pandèmia ha de desplegar per tant capacitats d’autogovern: ha de transitar de prestar serveis a coproduir polítiques públiques; d’administració tecnocràtica a autoritat democràtica d’elecció ciutadana directa. És des d’aquests paràmetres que podrà ser desplegada l’agenda de transformació. Una ciutat metropolitana, en síntesi, que abandoni les inèrcies del passat per protagonitzar les solucions de futur.