La setmana passada va fer dos anys de la mort d'Ángel González. Gener sempre porta fragments de la seva memòria i dels seus poemes. Hi ha pocs poetes que habiten la categoria dels imprescindibles, que ens aporten fites de referència per travessar les tardes més complicades, que doten de significats l’alegria i ens defensen d’ella. Ángel González n’és un, al costat de Mario Benedetti, Joan Margarit… i ben pocs més. Acabo de llegir Mañana no será lo que Dios quiera, l’excel.lent novela on Luis García Montero (un altre dels imprescindibles) recorre els seus anys d’infància i joventut en permanent diàleg amb els contextos vitals del poeta, durant els convulsos anys 30 i 40 del segle XX. Al primer capítol del llibre, l’autor ens diu això:
“No sé si ustedes conocen al poeta Ángel González. Su palabra revela una mezcla de filósofo clásico y anciano del lugar. De superviviente estoico que lo ha visto todo y lo cuenta todo, mientras pide una última copa para no dar por terminada la noche que de manera inevitable se pierde por la grieta rojiza del amanecer. Cuando bebe, a Angel González se le sube el alcohol a los pies. Ha aprendido a mantener fría la cabeza. Por lo que pueda ocurrir; por lo que pueda decirse o callarse. Desde muy niño, Ángel se acostumbró a que la historia se encontrara con él a la intemperie. Nunca renunció a habitar los lugares marcados con la tinta roja de la imprudencia. Pero suele acomodarse en ellos de forma muy precavida, moverse con tiento, sin hablar en voz alta, guardándose las lágrimas y las risas para las ocasiones de extrema intimidad. No ya la felicidad, sino la supervivencia dependieron en muchas ocasiones de un silencio a tiempo. Habla en tono bajo de las cosas altas, utiliza el humor para acercarse a los asuntos demasiado serios. Se niega a creer en la existencia de Dios, incluso después de haberlo visto”.
Són paraules que construeixen el millor retrat del poeta. El vaig poder conèixer un vespre de juny del 2007, poc abans de la seva mort. En guardo un record inesborrable: la fragilitat que transmetia, la senzillesa amb la que expressava valors arrelats a la vida per mitjà dels seus versos més bonics. Triar poemes d’Ángel González és ben complicat. Us en deixo dos. El primer és un poema d’amor preciós que va publicar fa més de 40 anys a Palabra sobre palabra. El segon és una petita joia dins de Nada Grave, el poemari que va deixar escrit poc abans de morir… encara que com li diu Luís García Montero: “eres un muerto de muerte imposible”.
Me basta así (
Palabra sobre palabra)
Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír, y de guardar silencio,
y de besarnos sin hacernos daño
-de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso-;
entonces, si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente.
Ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia luz,
y corras la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida.
(Escucho tu silencio.
Oigo constelaciones: existes.
Creo en ti. Eres. Me basta.)
Hay que ser muy valiente (
Nada Grave)
Hay que ser muy valiente para vivir con miedo,
contra lo que se cree comunmente,
no es siempre el miedo asunto de cobardes.
Para vivir muerto de miedo,
hace falta, en efecto, muchisimo valor.
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