La que hay, por ejemplo,
de tu hueco a mi peso,
del mar de tu ojo
al edificio en ruinas del mío.
La distancia
que me hace reconocerte en la rutina
y sacude brava mi recuerdo
-esa mirada oculta en el aire-
cuando te escondes.
La distancia
sencilla
que hay de tu habitación al salón
o la distancia
compleja
que se asienta paralela a nuestros caminos.
La distancia
que inunda mi espacio a tu lado
y llena mis manos de una paciencia nerviosa
que atajo
con la luz apagada.
La distancia
que arropa mi alma
cuando te amo lento y despacio y caes rendida
como un pájaro que por fin
llega a su destino y baja las alas
y cierra los ojos.
Esa distancia
que me permite alejarme
y llenarme los ojos
cuando eres tú y no otra tú
quien duerme a mi lado
cierta y edificada como la palma de una mano,
desnuda y enamorada como una hoja en blanco.
Estoy enamorada de la distancia,
cuando vuelves,
y agradezco al tiempo
haberla puesto entre nosotras
para vernos rebatirla con ansia,
eliminarla con un roce,
volverla pasado sin lugar en la memoria,
como si la distancia fuera un bulevar sin oxígeno
roto
sin balcones donde disculparse
a voces
ni bancos
en los que abrazarse hasta que el pecho
se calme
ni semáforos
en los que esperar posada
en tus labios.
La distancia que nos aleja
y acerca
como un yo-(tú-)yo.
Esa distancia
en la que cabe
un infinito entero de música
inventada
y palabras incompletas
que solo cobran sentido
cuando desaparece.
que los catastrofistas fallaron:
no era el fin del mundo lo que venía,
eras tú.
como quien camina dos centímetros por encima del aire
pensando que nadie le ve.
Entras en mi casa
-en mi vida-
con las cartas y el ombligo boca arriba,
con los brazos abiertos
como si esta noche
me ofrecieras barra libre de poesía en tu pecho,
con las manos tan llenas de tanto
que me haces sentir que es el mundo el que me toca
y no la chica más guapa del barrio.
y lo primero que haces es avisarme:
No llevo ropa interior
pero a mi piel le viste una armadura.
Te miro
y te contesto:
Me gustan tanto los hoy
como miedo me dan los mañana.
y te beso la espalda
y te empaño los párpados
y tu escudo termina donde terminan las protecciones:
arrugado en el cubo de la basura.
Y tú sonríes
y descubres el hormigueo de mi espalda
y me dices que una vida sin valentía
es un infinito camino de vuelta,
y mi miedo se quita las bragas
y se lanza a bailar con todos los semáforos en rojo.
uno a uno
todos los segundos que te quedas en mi cama
para tener al reloj de nuestra parte;
hacemos de las despedidas
media vuelta al mundo
para que aunque tardemos
queramos volver;
entras y sales siendo cualquiera
pero por dentro eres la única;
te gusta mi libertad
y a mí me gusta sentirme libre a tu lado;
me gusta tu verdad
y a ti te gusta volverte cierta a mi lado.
para colgarme de él hasta el invierno que viene;
gastas unos ojos que hablan mejor que tu boca
y una boca que me mira mejor que tus ojos;
guardas un despertar que alumbra las paredes
antes que la propia luz del sol;
posees una risa capaz de rescatar al país
y la mirada de los que saben soñar con los ojos abiertos.
sin esperarlo ha pasado.
No te has ido y ya te echo de menos,
te acabo de besar
y mi saliva se multiplica queriendo más,
cruzas la puerta
y ya me relamo los dedos para guardarte,
paseo por Madrid
y te quiero conmigo en cada esquina.
entonces ven a contarme el amor,
que quiero hacer contigo
todo lo que la poesía aún no ha escrito.