Reconstruir ciudadanía desde lógicas más fraternales, democráticas y de proximidad

Article publicat a ElDiario.es el 6 de desembre de 2024

https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/reconstruir-ciudadania-logicas-fraternales-democraticas-proximidad_129_11863214.html

Entre el mundo que va surgiendo de las grandes transiciones en marcha (climática, cultural, demográfica, digital…) y las políticas públicas heredadas del viejo contrato social (también en sus impugnaciones neoliberales) se produce un desencaje sistémico. El estado de bienestar clásico fue la respuesta, pero el cambio de época altera las preguntas. Las complejidades e incertidumbres radicales que enfrentamos requieren dinámicas fuertes de acción y protección colectiva. Los valores y las formas de instrumentar esa protección, sin embargo, exigen transformaciones que pueden explorarse a partir de un triple eje: innovar, democratizar y territorializar las políticas públicas. 


Innovar (construir fraternidad). En el núcleo de un nuevo contrato ecosocial para el siglo XXI reside la articulación de igualdad con diferencias, y de autonomía personal con vinculación comunitaria. Las brechas económicas y culturales interseccionan en desigualdades y discriminaciones. La superación de ambas requiere enlazar políticas de igualdad (predistributivas y redistributivas) con políticas de reconocimiento de diversidades de orígen, género, edad o funcionales. Los derechos colectivos, por otro lado, se reescriben desde gramáticas de autodetermación personal; sin ellas, la igualdad esconde siempre relaciones de dominación. Pero los procesos de autonomía se inscriben en lógicas de interdependencia, solo adquieren sentido en marcos de vinculación colectiva. Las políticas públicas por tanto afrontan el reto de construir comunidad, de tejer entornos cotidianos configurados por lazos de apoyo mutuo y redes de solidaridad. En la práctica, transitar este eje de innovación implicaría construir una ciudadanía social más fraternal, más republicana. Ello nos conduce a dos áreas paradigmáticas del (nuevo) estado de bienestar. 


 - En primer lugar, la garantía de rentas. En el marco de la sociedad industrial, el salario operó como el gran dispositivo de distribución de la riqueza. El cambio de época altera los parámetros: la generación de valor deviene más social e inmaterial; la centralidad del trabajo pierde fuerza en clave cultural; y la transición ecológica fragiliza empleos y antiguos esquemas productivos.  Es aquí donde la renta básica -una prestación universal, individual e incondicional- podría jugar un papel clave en el camino hacia lógicas innovadoras de ciudadanía social. Se trata de una herramienta que desplaza el ingreso del mercado laboral al terreno de los derechos; amplia el perímetro de la desmercantilización hacia la garantía de las bases materiales de la vida. La renda básica conecta ciudadanía social con autonomía personal, empodera frente a escenarios de dominación y genera, a la vez, condiciones para la articulación de vínculos y redes de apoyo mutuo. 


-  En segundo lugar, los cuidados. La causa de la fraternidad se disputa, sobre todo, en el campo de los cuidados cotidianos y de las prácticas comunitarias de reciprocidad. En escenarios de innovación social, el derecho a los cuidados debería adquirir un nivel de universalidad y garantía equivalente a la salud y la educación; y las políticas públicas de cuidados un grado de centralidad homologable a las políticas clásicas del estado de bienestar. En los instrumentos de acción se abre un abanico de posibilidades: desde prestaciones universales por crianza y redes socioeducativas de pequeña infancia, hasta fórmulas de articulación comunitaria inscritas en agendas feministas (el programa municipal ‘Vila Veïna’ en Barcelona…).  En síntesis, derechos subjetivos, políticas públicas y prácticas colectivas de cuidados que reconocen vulnerabilidades e interdependencias; pero reducen riesgos de exclusión relacional y contribuyen a fortalecer estructuras de solidaridad.


Democratizar (construir lo común). El estado de bienestar desarrolló un esquema burocrático de gestión pública de raíz weberiana: estructuras administrativas rígidas; estandarización de servicios; y paternalismo profesional que relega a los ciudadanos a roles pasivos. La ofensiva neoliberal diseñó después el modelo de la ‘nueva gestión pública’ (NGP): transferencia de la lógica mercantil al ámbito público, externalizaciones y sustitución de ciudadanos por clientes. Hoy, la redefinición del bienestar en clave democrática implica asumir el giro hacia lo común: superar tanto el monopolismo burocrático como la NGP; y llevar la protección colectiva a lógicas de participación ciudadana. Democratizar los derechos sociales supone articular lo institucional y lo comunitario: trabajar en las intersecciones entre el potencial universalista de las políticas públicas y el potencial cooperativo de las prácticas ciudadanas. Supone construir una esfera compartida donde enlazar coproducción de políticas, acuerdos público-comunitarios y dinámicas de acción colectiva vinculadas a la autogestión de derechos. Es un cambio de paradigma. Un estado de bienestar orientado a vertebrar lo común más que a gestionar burocracias: del welfare al commonfare.


Y de la teoría a la práctica. En el doble contexto reciente de crisis y transiciones, surge un nuevo conjunto de iniciativas sociales que operan como motor democratizador de la esfera colectiva: conectan la movilización a la construcción de lo común. Adoptan formas de ‘autonomía’ urbana (viviendas recuperadas, escuelas populares, espacios autogestionados); innovación social (crianza compartida, huertos vecinales, economía cooperativa); y apoyo mutuo (redes comunitarias ante vulnerabilidades relacionales o materiales). La conexión entre políticas sociales innovadoras y este tipo de acción colectiva permite superar el dilema clásico en términos de institucionalidad versus resistencia; hace posible -más allá de ese binarismo- generar un espacio de articulación de estructuras público-comunitarias, tejidas en torno a tres posibles lógicas. La lógica temática: coproducción de políticas sectoriales por medio de redes horizontales que suman recursos públicos e inteligencias colectivas (viviendas cooperativas, comunidades energéticas locales…). La lógica infraestructural: programas de patrimonio ciudadano y gestión cívica. Los  equipamientos públicos de proximidad (ateneos, bibliotecas, escuelas infantiles…) han ido configurando la geografía física del bienestar. La gestión cívica (por medio del tejido asociativo del territorio) crea las condiciones para convertirlos también en su ecosistema comunal y democrático: de servicios públicos a lugares de creación colectiva de ciudadanía (los ‘palacios del pueblo’ de Klinenberg). La lógica vecinal: dinámicas creadoras de barrios y comunidades fuertes, con capacidades para la resolución de problemas y la mejora de condiciones de vida. Aquí, la regeneración de áreas vulnerables desde la acción sociocomunitaria, o el apoyo público a ecosistemas territoriales de economía social (el programa de ‘comunalidades urbanas’ en Catalunya), pueden considerarse estrategias de referencias. 


Territorializar (construir arraigo). La sociedad industrial generó marcos nacionales de gestión del conflicto de clases, el contrato social fraguó en el espacio de los estados. Los regímenes de bienestar se construyeron bajo instituciones centralizadas. Hacia finales del siglo XX, el esquema territorial empieza a alterarse: irrumpe la reestructuración en el espacio de políticas públicas y prácticas colectivas. Las ciudades, en este proceso, mantienen abierta la ventana colectiva y democrática: la proximidad como espacio donde tratar de proteger sin cerrar; los gobiernos locales como palanca de protección de derechos básicos y de empoderamiento comunitario. Se trata de fijar la agenda urbana, el bienestar de proximidad y las estrategias locales de transición verde en el núcleo del nuevo contrato ecosocial: retornar a las ciudades las lógicas de emancipación que el siglo XX había reservado a los estados. Se dibujaría pues el doble reto de reescribir lo común desde gramáticas de proximidad; y de reubicar en el municipalismo las herramientas clave para hacerlo posible. En síntesis, más poder en los lugares, allí donde las cosas pasan, donde late el talento colectivo para abordarlas.      



Conectar ciudadanía y territorio, en la práctica, implica construir un bienestar más arraigado, más sensible a la posibilidad de cotidianidades dignas. Y es aquí donde operan con fuerza las políticas vinculadas al derecho a la ciudad. Ya en 1968, Henry Lefebvre publicaba Le droit à la ville. Su propuesta implicaba inscribir la transformación social en trazados urbanos: de calles, plazas y barrios. Volvió con David Harvey y su Spaces of hope (2000), en días de alternativas a la globalizacion salvaje. Y ha estallado con fuerza en la última década, al hilo de la acción colectiva urbana a escala global: la defensa de los hábitats populares frente a dinámicas de ‘gentrificación planetaria’ (Loretta Lees). El derecho a la ciudad, como dimensión cotidiana y comunitaria de todos los derechos básicos, gana fuerza en tanto que proyecto de reconstrucción colectiva de una ciudadanía democrática para el siglo XXI. Se concreta en una triple dimensión de políticas entrelazadas: localizar derechos sociales (vivienda y barrios, procesos de acogida, vínculos frente a soledades); generar transiciones ecológicas urbanas (soberanías alimentaria y energética, movilidades saludables)  y forjar economías comunales (redes y territorios cooperativos). En su interacción, esos tres vértices temáticos pueden dar lugar a nuevas lógicas de ciudadanía: la prosperidad compartida y arraigada en entornos habitables.

En síntesis, los procesos orientados a innovar, democratizar y territorializar lo colectivo pueden operar, en un contexto ya maduro de cambio de época, como rutas estratégicas hacia un nuevo contrato ecosocial superador del estado de bienestar clásico. El cruce de valores (intersecciones de fraternidad), las estructuras público-comunitarias (espacios de lo común) y el derecho a la ciudad (procesos de arraigo) emergen como ideas-fuerza principales. Se produce, a partir de ahí, la traducción a políticas públicas y a prácticas colectivas: renta básica y cuidados; lógicas habitacionales alternativas, infraestructuas sociales y territorios cooperativos; planes de barrios  y transiciones energéticas de proximidad… Un amplio abanico donde asentar las bases de una ciudadanía social posible para el siglo XXI. Frente a la construcción reaccionaria de miedos y odios, una propuesta para explorar caminos de más democracia; para alzar -de forma discreta- utopías cotidianas de esperanza.


Més enllà de l'eix dreta/esquerra. Noves cartografies polítiques

Article publicat a Crític (octubre del 2024) https://www.elcritic.cat/opinio/ricard-goma/mes-enlla-de-eix-dretaesquerra-noves-cartografies-politiques-217369

Hem deixat enrere els paràmetres que van vertebrar la societat industrial, tant ‘l’esperit del 45’ (el de la pel·lícula de Ken Loach) com les seves impugnacions neoliberals. No té sentit seguir estirant els marcs interpretatius -les claus ideològiques- construides al segle XX. El temps nou que vivim es va dibuixant en territoris intersticials, entre -i més enllà de- les dinàmiques recents de crisi i d’emergència (climàtica, habitacional…). S’han desplegat les grans transicions de canvi d’època. Es van teixint les coordenades d’una nova era que anem desxifrant a cop d’incerteses radicals, tecnologies disruptives, fragilitats vitals, complexitats socials i riscos ambientals inèdits. És ben clar que tot això es trasllada a l’àmbit de la política, i s’expressa amb força en el seu conjunt d’esferes. Impacta sobre arquitectures institucionals anacròniques; genera noves lògiques d’acció col·lectiva; provoca un desencaix de fons entre les polítiques públiques clàssiques i la cartografia actual de bretxes i valors. Hi ha una esfera de la política democràtica on els efectes del canvi d’època alteren el paisatge d’una forma especialment intensa: els eixos que estructuren els conflictes es diversifiquen; i els actors que les protagonitzen incorporen relats i pràctiques sense precedents. Estirem el fil. 

Al llarg del segle passat, l’expressió política del conflicte social es va articular en l’eix tradicional dreta/esquerra.  Una tensió ideològica de naturalesa unidimensional a l’entorn de les condicions materials de vida i la seva desigual distribució entre classes. El contracte de benestar del segle XX -i les seves disputes- es van escriure amb la gramàtica de l’antagonisme capital-treball. En canvi, les relacions de gènere i afectives, l’organització de les cures, les discriminacions socioculturals, o l’habitabilitat del planeta van quedar bàsicament inalterades.  I amb una presència molt feble o inexistent en els marcs ideològics i d’acció col·lectiva de l’esquerra clàssica. Però el canvi d’època ho sacseja tot. L’erosió de velles identitats i la irrupció de mapes d’heterogeneïtat quotidiana en múltiples vessants (origen, gènere, cicles de vida, models de llar…) va creant noves subjectivitats, valors i narratives. Esclata el procés d’individualització; però es van forjant, també, noves capacitats d’agència. El conflicte social (lluny de diluir-se en cap utopia de posmodernitat) adopta un format multidimensional, amb eixos emergents que interseccionen. 

La tensió dreta/esquerra persisteix en el terreny de les fractures materials. Ho fa, tanmateix, en termes redefinits. La reproducció intergeneracional i heredada de la desigualtat, la transició digital i la financiarització global connectada al mercat immobiliari -els habitatges com a actius financers per especular- esdevenen els elements més nítidament constitutius del capitalisme del segle XXI. En aquest context, la impugnació dretana de la igualtat roman activa, reorientada ara a blindar privilegis, lògiques rendistes  i processos de despossessió. En l’espai ideològic de l’esquerra -més enllà de nostalgies obreristes i ‘solucions’ estatistes- es van obrint pas pràctiques d’articulació d’economies democràtiques i comunals, així com propostes d’innovació de drets socials (renda bàsica, habitatge, cures...). A partir d’aquí, el ventall d’eixos i d’actors s’amplia. Al llarg dels últims anys, la ciència política ha anat explorant el que es coneix com la dimensió ‘gal-tan’. Un eix que travessa el binomi dreta/esquerra i que ubica en un pol l’espai ‘green-alternative-libertarian’ (gal) i en l’altre extrem el ‘traditional-autohoritarian-nationalist’ (tan). Treballant sobre aquesta lògica, però reprenent la perspectiva de les grans transicions, es fa possible connectar els conflictes emergents a les dimensions política, ecològica i sociocultural  del canvi d’època

En la dimensió política sorgeix, en clau reaccionària, un autoritarisme posdemocràtic que impulsa dinàmiques de concentració de poder i de reformulació autocràtica de les regles institucionals del joc. Des d’una lògica alternativa, els processos d’innovació democràtica aposten per articular la millora de la representació amb lògiques participatives, amb coproducció de polítiques i estructures públic-comunitàries (eix autocràcia/democràcia). En la dimensió ecològica s’atrinxeren formes diverses de negacionisme climàtic -en el relat i/o en la praxi- orientades a la defensa d’esquemes i infraestructures pròpies de l’era fòssil. Però es tracen també nous paradigmes, situant la transició ecosocial i el green new deal com a clau de volta de transformació (eix gris/verd). En la dimensió sociocultural cristal·litzen dues clivelles. Es recuperen, en primer lloc, estratègies d’enduriment de fronteres -estat fortalesa- amb components de racisme i islamofòbia: son pràctiques i narratives vinculades a models de nacionalpopulisme, reticents a processos de sobiranies compartides. Enfront a això, s’obren pas perspectives que situen l’acollida, la diversitat i la federalització d’Europa en el centre del projecte col·lectiu (eix tancar/obrir). Apareixen, en segon lloc, reaccions cap a refugis de conservadurisme moral, expressats en termes de masclisme, homofòbia i transexclusió. Es declinen, en sentit contrari, propostes que situen els drets feministes i LGTBIQ+ com a vertebradors de noves gramàtiques de futur (eix tradició/autonomia).

La configuració d’aquest terreny d’eixos múltiples reflecteix dinàmiques recents. En el conjunt de societats democràtiques, al llarg de les últimes dècades, s’ha anat desplegant un cicle d’avenços -desiguals però rellevants- en polítiques verdes, multiculturalitat, lleis d’igualtat i autodeterminació de gènere. Conquestes impulsades i sostingudes per un camp d’acció col·lectiva on l’objectiu d’igualtat econòmica s’ha articulat a la cura de la democràcia, i a l’aposta per les dimensions ecològica i cultural de la justícia social. Un context on, tanmateix, les retòriques de la intransigència (Hirschman) s’han tornat a activar. L’actual onada reaccionària prioritza la construcció de significats i repertoris d’acció orientats a la restauració d’ordres tradicionals: jerarquies, autoritat i punitivisme; mobilitats motoritzades; imaginaris d’homogeneïtat anticosmopolita; marcs nacional-conservadors (de Putin a Bolsonaro passant per Le Pen). I ho fa, en les seves expressions més nítides, des de gramàtiques d’odi que travessen el conjunt de dimensions: ecofòbia, islamofòbia, transfòbia (de Trump a Orban, passant per l’AfD i la BSW a Alemanya). L’agenda socioeconòmica, que va operar en clau privatitzadora com a referent ideològic del cicle neoliberal, es manté ara en el terreny programàtic, però s’afebleix com a bandera política (potser amb l’excepció de Milei a Argentina).  

Les cartografies del conflicte, en síntesi, s’alteren en context de canvi d’època; a) guanyen complexitat, més enllà de l’eix clàssic dreta/esquerra; b) es forcen costures democràtiques, des de processos d’autocratització i retòriques/polítiques d’odi  com a doble motor de la (nova) lògica reaccionària; c) cristal·litzen interseccions: els marcs verds i feministes, per exemple, tendeixen a ser més transversals; o l’agenda cultural neoconservadora és assumida per espais diversos del mapa ideològic clàssic, a dreta i esquerra. La correlació de forces dibuixa geografies en tensió. El règim de guerra -la invasió d’Ucraïna, el genocidi a Palestina...- i la centralitat política dels estats juguen a favor de dinàmiques d’involució. L’agenda progressista, en canvi, explora i transita molt millor camins de futur en l’esfera de la política i les pràctiques de proximitat, del (nou) municipalisme. Allà on es palpen de manera quotidiana mixtures i vincles, allà on es despleguen gramàtiques feministes i de vida, enfront la construcció partidista i mediàtica d’odis i pors. Això, però, requereix reflexions més acurades. Queda pendent. 


Els 40 anys de l'Institut Metròpoli. Recerca urbana per transformar

Article publicat a Catalunya Metropolitana (octubre 2024) https://catalunyametropolitana.cat/els-40-anys-de-linstitut-metropoli-recerca-urbana-per-transformar/

Aquesta setmana hem celebrat els 40 anys de l’Institut Metròpoli. El 18 d’octubre del 1984, l’alcalde Pasqual Maragall presidia l’acte de naixement de l’Institut d’Estudis Metropolitans de Barcelona (l’acompanyaven Antoni Serra Ramoneda, rector de l’Autònoma i Josep M. Figueras, president de la Cambra). Maragall també presidia, llavors,  la corporació metropolitana. Cinc anys abans havia defensat la seva tesi doctoral d’economia urbana, sobre els preus del sòl, a la Universitat Autònoma. Les bases del que avui és l’Institut Metròpoli estaven posades. Al llarg de quatre dècades, el projecte de ‘recerca urbana per transformar’ ha anat acompanyant, de forma sostinguda, els canvis en l’àmbit metropolità. 

La metròpoli: quatre dècades de canvis, un present de reptes

Tornem breument al 84. Feia una dècada que l’àrea metropolitana explorava ja camins de governança; s’havia complert el primer mandat de municipalisme democràtic (amb majories d’esquerres i alcaldies de referència, com la de Toni Farrés a Sabadell); les ciutats creuaven una crisi dura, que desmantellava els seus teixits industrials; les fractures socials tot just es començaven a cosir. Els barris acumulaven anys de lluites i de construcció de vincles: poc abans Manuel Vital havia pujat el 47 a Torre Baró; poc després les dones del Pomar a Badalona segrestaven 14 autobusos; amb el Pla Popular, Xavier Valls i el veïnat empenyien Santa Coloma de suburbi a ciutat; Custodia Moreno i moltes altres dones transformaven el Carmel. 

La metròpoli no ha deixat de bategar. Han estat 40 anys, en què s’han desplegat canvis demogràfics, cicles migratoris, transició digital, emergència climàtica, noves vulnerabilitats… I també eines de planejament, polítiques públiques i pràctiques comunitàries que han promogut nous equilibris territorials i millores en prosperitat, cohesió i sostenibilitat. Quatre dècades amb marcs inestables de governança metropolitana: amb etapes complicades, sense els instruments de poder democràtic i territorial necessaris; i amb etapes també de reconstrucció institucional i formulació de projectes estratègics. Al llarg d’aquests anys, la metròpoli ha anat superant l’esquema de jerarquia entre Barcelona i corones crescudes amb lògica de perifèria. 

El 2024, la ciutat metropolitana és un entramat de barris i municipis que han forjat projectes i identitats col·lectives, que han dotat l’àrea d’una estructura policèntrica. La metròpoli de Barcelona és avui el marc de quotidianitat, alhora vibrant i fràgil, de cinc milions de persones i centenars de comunitats diverses; un mosaic d’entorns d’alt valor ecològic; un espai de creativitat i innovació. Tenim un territori dinàmic, però amb fractures urbanes persistents i nous eixos de vulnerabilitat. Tenim una metròpoli amb transicions ecològiques i demogràfiques en marxa, però amb esquemes socials i econòmics encara poc sostenibles. Tenim institucions i arquitectures de governança, però sense vincles directes de representació ciutadana.   

D’esquerra a dreta: Javier Lafuente rector UAB, Raquel Gil regidora promocio economica i treball del ajuntament de Barcelona, Ricard Gomà director Institut Metropoli

En aquest context, les xifres són indefugibles: ens ajuden a objectivar percepcions i a evidenciar tendències. Des de fa uns anys, l’Institut elabora ‘La metròpoli en 100 indicadors’ (hi pots accedir des d’aquesta mateixa web del Catalunya Metropolitana), una publicació anual on es decanten variables clau, en múltiples dimensions. Voldria destacar-ne cinc. En primer lloc, la metròpoli del 2024 ha respost a la pandèmia i a la crisi amb dinamisme i fortalesa, amb unes xifres d’ocupació en màxims històrics: 1,9 milions de persones treballen al territori de l’àrea (+ del 50% en un municipi diferent del de residència). La temporalitat, alhora, s’ha reduït de forma substancial. En segon lloc, un altre màxim -ara ben preocupant-: el lloguer enfilat per sobre dels 1.000€ a l’àrea metropolitana, i a la ratlla dels 1.150€ a Barcelona: nivells mitjans que absorbeixen gairebé el 100% del salari mínim. És socialment insostenible. En tercer lloc, les desigualtats urbanes, socials i climàtiques s’entrellacen. Ho fan, per exemple, en els barris més vulnerables, o en les llars amb pobresa infantil i energètica, de forma encara persistent. Tenim, en quart lloc, una mobilitat metropolitana que creix i avança, alhora, en quotes relatives de sostenibilitat. El transport públic i la mobilitat activa guanyen pes. L’ús del vehicle privat, així i tot, se situa, encara avui, per sobre del transport públic. Finalment, la governança i els instruments de política pública s’enforteixen: de la integració tarifària al pla de barris; del PDU al pla estratègic i l’aposta regional. Tanmateix, la capacitat de despesa municipal per habitant és molt menor allà on les necessitats són més altes. Molt camí a recórrer en clau redistributiva. 

La imatge és complexa i plena de matisos; no admet el traç gruixut. Les xifres ens parlen, però s’han de desxifrar. A l’Institut, en el marc de l’Estratègia 2024-2027 ho hem fet en forma de reptes, en relació amb els quals ens comprometem a articular estratègies de coneixement. El repte d’una metròpoli compromesa amb la transició ecològica i resilient al canvi climàtic: un horitzó de mobilitat i alimentació sostenibles; d’infraestructura verda i ciutats amb mixtura d’usos. El repte, en segon lloc, de transitar cap a economies dinàmiques, innovadores i descarbonitzades;  cap a mercats de treball amb millors salaris i menys bretxes de gènere. El repte, en tercer lloc, de construir igualtat i superar discriminacions; de treballar per reduir les dinàmiques d’exclusió dels col·lectius més vulnerables. El repte, en quart lloc, d’una metròpoli amb cohesió urbana i territorial, vincles comunitaris i seguretat residencial. Una metròpoli, per últim, vertebrada per una governança democràtica i cooperativa, amb capacitat d’articular, en clau institucional, la complexitat del territori metropolità.

L’Institut, 40 anys de conèixer per transformar. Un projecte de futur.  

Han estat 40 anys, en què de forma, ara sí, ininterrompuda (malgrat totes les incerteses) l’Institut no ha deixat de generar i compartir un cúmul rellevant de coneixement metropolità. Ara celebrem història i projecte, memòria i aposta de futur. Quatre dècades de recerca sòlida vinculada a una metròpoli dinàmica. Són les bases que han fonamentat els dos elements clau del model. La fidelitat, d’una banda, a la construcció de camins entre coneixement i pràctica; de ponts entre el sistema universitari i les institucions; d’articular una lògica de frontissa entre l’anàlisi, les polítiques i la governança de l’àrea i la regió metropolitana. L’aposta persistent, d’altra banda, per construir un espai de coneixement interdisciplinari: un espai que no només desborda perspectives i llenguatges, sinó que els posa també en diàleg per produir sabers més rellevants. L’Institut ha estat i és un laboratori urbà de ciències socials orientat a entendre els codis de la metròpoli; i a sintonitzar-los amb propostes estratègiques de transformació.

Seu actual Institut Metropoli parc recerca UAB

Al llarg dels anys més recents, hem treballat per posar unes bases sòlides en l’abordatge dels reptes actuals: hem crescut i ens hem diversificat. L’Institut ha crescut, perquè les crisis i la pandèmia han posat de manifest que la recerca urbana i les ciències socials són imprescindibles: per analitzar complexitats emergents i per explorar respostes a situacions complexes. I s’ha diversificat per reunir mirades i desafiar fronteres: l’Institut és avui un espai d’hibridació -tant fèrtil com necessària- entre trajectòries, perfils i aproximacions diverses a la metròpoli; un espai que ha materialitzat l’aposta de sumar, en un projecte comú, l’Institut Infància i l’Observatori Metropolità de l’Habitatge. Hem recorregut aquest trajecte recentment equipats amb tres grans eines: una recerca arrelada en trajectòries sòlides; un compromís intens amb la transferència; i un espai de formació avançada: el màster Metròpoli d’estudis urbans. Un punt de partida que ens aporta confiança per construir les aportacions als nous reptes metropolitans, per caminar amb empenta cap a l’horitzó 2030. 

L’Estratègia de futur referma la triple dimensió de l’Institut: 

  • En l’àmbit de recerca, avancem en l’articulació d’una sòlida infraestructura de coneixement metropolità, a través d’enquestes històriques i recents; de sistemes d’informació i la construcció de bases estadístiques i cartogràfiques. Avancem també en el desplegament del programa d’investigació aplicada, amb projectes nítidament col·laboratius, oberts a mètodes emergents i a plantejaments innovadors. I seguim alimentant, finalment, la nostra dimensió de recerca bàsica, per mitjà de la participació i el lideratge en xarxes europees i estatals; a través també de l’enfortiment de vincles amb instituts i grups de recerca universitaris. 
  • En segon lloc, la transferència continuarà sent una aposta prioritària de l’Institut. El model que sostenim considera indissociable generar i compartir coneixements. I fer-ho per mitjà d’eines clau: el màxim d’obertura i transparència de dades i anàlisis; canals estables de difusió; i espais de presentació i debat públic de recerques. Avançarem també en processos de ciència ciutadana: ho estem fent en biodiversitat (a parcs i platges) i en adaptació a la calor (a escoles i barris metropolitans): perquè és en les comunitats on bateguen intel·ligències col·lectives, perquè no hi ha coneixement rigorós si no s’incorporen els sabers vivencials de la ciutadania. 
  • Finalment, no deixarem d’aportar formació als reptes de la metròpoli. Estem a punt d’arrencar la vuitena edició del màster Metròpoli d’Estudis Urbans. Set edicions avui ja completades: a la ratlla de 140 estudiants, un pla d’estudis proper als programes més reconeguts d’àmbit internacional; i un excel·lent equip docent. S’obren ara nous horitzons: desenvolupar nous formats (microcredencials, aprenentatge basat en reptes…) i aprofundir la col·laboració amb altres postgraus, com estem fent ja amb el d’estudis cooperatius. 

Seguirem treballant, en síntesi, per construir confiança, com a Institut de referència. Sabem que el coneixement només és rellevant si és acadèmicament rigorós; si és col·lectiu i basat en la cooperació; si esdevé útil en termes de millora i transformació col·lectiva. L’agenda de treball de l’Institut la determina la ciutadania: a través de les universitats públiques, els governs locals i el teixit social. L’Institut Metròpoli és avui un dels millors centres europeus de recerca urbana; no hauria de renunciar a bastir un ‘palau del poble’ del coneixement. Hem situat en el centre de la celebració dels 40 anys el reconeixement a les aportacions de tothom i l’agraïment a la cadena de complicitats que han teixit els fils de continuïtat i millora del projecte. Avui l’Institut és un col·lectiu excel·lent en la dimensió professional i, encara més, humana. És el seu valor més sòlid. Ser fidels al model i a l’impuls sostingut de transformació és la millor garantia per transitar amb sentit nous camins. Seguim. 

Noves vulnerabilitats bàsiques i velles fractures de benestar

Article publicat a  

https://www.social.cat/opinio/21210/noves-vulnerabilitats-basiques-velles-fractures-benestar (amb Sergio Porcel i Albert Sales)

Fa algunes setmanes, vam tenir l’oportunitat de debatre sobre ‘emergència social i vulnerabilitats creuades’. El conjunt de de les reflexions que s’hi van aportar, ens han incentivat a recuperar dades clau i a desgranar algunes reflexions. Al llarg de l’última dècada, el nivell de pobresa econòmica a Catalunya s’ha anat situant en la franja 18%-22% i el d’exclusió (taxa AROPE) entre el 23% i el 27%; l’índex de desigualtat de rendes es manté per sobre de la mitjana europea; i la població amb privació material severa —des de l’esclat de la pandèmia i les espirals d’inflació postcovid— s’enfila per damunt del 8%. Son xifres elevades que, més enllà de contextos de crisi, no semblen revertir-se: esdevenen, d’alguna forma, estructurals. Pobresa i desigualtats que s’entrellacen avui amb dinàmiques de segregació urbana i desvinculació relacional: la segregació dibuixa processos de quotidianitat fracturada, de llocs no compartits i escasses interaccions entre diferents; la desvinculació apunta a l’erosió de xarxes de suport, a lògiques de vulnerabilitat comunitària.

Aquesta cronificació de bretxes múltiples dibuixa un escenari nou, explicable en part pels efectes de canvis profunds i accelerats (transicions tecnològiques, demogràfiques, socioculturals…). Però resultant també del desajust entre els nous riscos i la vella arquitectura de polítiques públiques. Tenim un estat de benestar que no ha generat un espai de drets universals a l’entorn de l’habitatge ni de la garantia d’ingressos; que no ha articulat lògiques potents de suport col·lectiu a les cures ni a la criança; que ha mantingut fractures de ciutadania sobre bases de nacionalitat. Avui la doble mercantilització de l’habitatge i de les bases materials de la vida se situa en el nucli de l’emergència social. D’altra banda, l’acumulació de fortes asimetries de protecció segons l’edat i l’origen explica la presència de taxes molt elevades d’exclusió en les poblacions infantil i immigrant.

L'habitatge —i molt en concret el lloguer— ha esdevingut la principal font de pobresa, desigualtat i segregació. A l’àrea metropolitana de Barcelona, la taxa de sobrecàrrega en despeses d’habitatge (generadora de riscos de pobresa) s’ha mogut a l’entorn del 40% de la població en règim de lloguer, afectant a més del 60% en els decils de renda més baixa. Motor de pobresa i també de desigualtat. En el conjunt de l’Estat, la renda anual dels qui obtenen ingressos del lloguer (propietaris) multiplica per 2,58 la de les llars llogateres. Si aquests ingressos deixessin de ser percebuts, la desigualtat cauria a 2,05. En el creuament entre règims de tinença i nivells de renda, s’observa una àmplia presència del lloguer en la franja més baixa; en el segment més alt, els termes s’inverteixen.

El mercat del lloguer, en síntesi, funciona com a mitjà de redistribució regressiva: dels pobres als rics. I per últim, segregació amb desarrelament. En els darrers cinc anys, la regió metropolitana de Barcelona presenta un escenari d’elevada mobilitat residencial (s’ha triplicat entre 2017 i 2022); i s’ha desplegat de la mà d’un nombre creixent de desplaçaments forçats: del 14,4% al 24% del conjunt dels canvis. Es podria sostenir doncs que a la ratlla d’una quarta part de les mudances amaguen desnonaments invisibles. Emergeix, per tant, una realitat d’inseguretat residencial i desarticulació forçada de vincles i suports comunitaris

Al costat de l’habitatge, les bases materials de l’existència configuren l’altra dimensió clau de cobertura de necessitats bàsiques. El contracte social del segle XX es forja sobre la centralitat del treball assalariat, fins al punt que situa el binomi ocupació-ingrés com a eix de les trajectòries vitals. S’articula, més enllà, un àmbit de polítiques orientat a la garantia d’ingressos; un sistema que resulta avui anacrònic i insuficient. Anacrònic —en un temps de canvis profunds en el món del treball— per l’estricta fractura de protecció entre prestacions contributives i assistencials (vinculades o no a l’esfera laboral). A Catalunya, la despesa en garantia d’ingressos s’eleva a 33.600 milions €: 30.700 milions (91,4%) en el sistema contributiu; només 2.900 milions (8,6%) en el no contributiu. I insuficient també, per una combinació de cobertures focalitzades (lluny de la universalitat), quanties reduïdes (que no sempre fan possible sortir de la pobresa) i obstacles burocràtics d’accés que expliquen un take up (sol·licituds sobre població amb dret) molt baix. A Catalunya hi ha unes 290.000 llars en pobresa severa; la renda garantida (RGC) o l’ingrés mínim (IMV) arriben tan sols a l’entorn del 30% d’elles, per una combinació de requisits excloents i un elevat non-take up. En el conjunt de l’estat, l’IMV cobreix 284.000 llars de les 800.000 que podrien rebre’l. I 470.000 llars amb dret no el van sol·lictar. S’observa, finalment, una relació inversa entre vulnerabilitat i cobertura. Aquelles situacions més intenses d’exclusió social resulten molt menys protegides: només el 14% de les persones sense llar reben algun tipus de prestació. 

Finalment, les situacions de ‘vulnerabilitat bàsica’ econòmica i habitacional s’aguditzen en els col·lectius infantil i immigrant. Els nivells de pobresa infantil —tant a Barcelona, com a Catalunya i Espanya— se situen entre 8 i 10 punts per sobre de la taxa general. A Catalunya, el 32,6% d’infants i adolescents es troben en risc d’exclusió, enfront al 24,4% del conjunt de la població. A l’estat espanyol, 870.500 menors viuen en situació de privació material several. Només Romania, en el marc de la UE, presenta taxes més altes. Quan entra en joc la variable habitacional s’observa, per exemple, que la pobresa energètica afecta el 19,9% de les llars amb menors. O que els habitatges amb infants suposen el 72% del total de llars en lloguer que estan per sota del llindar de pobresa. Pel que fa a la població d’origen estranger, la seva taxa d’exclusió social a la metròpoli de Barcelona és del 45,9% (gairebé 20 punts per damunt de la general!). En l’espai d’intersecció entre ambdós col·lectius, la pobresa s’eleva al 60,3% dels infants en famílies immigrants.

La centralitat i la força dels fenòmens d’inseguretat residencial i pobresa econòmica (especialment infantil i migrant) apunta a un desencaix d’època entre el nou mapa de vulnerabilitats i un engranatge de benestar estructuralment feble i articulat en contextos històrics de molta menys complexitat (previs al canvi d’època que vivim). El repte és clar: cal desplaçar l’habitatge de l’esfera del negoci a l’àmbit dels drets; i cal traslladar les bases materials de la vida del mercat de treball a la garantia universal de rendes. Resulta inajornable una nova lògica de protecció col·lectiva que doni resposta, en clau de ciutadania, a les necessitats bàsiques. Hem construït drets universals (educació, salut) que cal preservar i ampliar. Son fonaments materials i culturals sobre els quals avançar: a) cap al control de lloguers sense cap escletxa i l’increment substancial de l’habitatge públic; b) cap a un nou marc de justícia fiscal que faci possible la prestació universal per criança en el camí a la Renda Bàsica (necessària per una transició ecològica que no deixi ningú enrere); c) cap a la regularització i la plena ciutadania de les persones immigrants. Poden ser, tot plegat, les claus de volta d’un nou contracte social per al segle XXI: connectat a la societat de les grans transicions; inscrit en els valors de la llibertat com a no dominació, de la fraternitat i els vincles.

Ciutats amb mixtures i vincles per reconstruir igualtat

Article publicat a Catalunya Plural. Març 2024 

https://catalunyaplural.cat/es/ciudades-con-mixturas-y-vinculos-para-reconstruir-igualdad/

Al llarg dels anys 80 del segle XX, es produeix una inflexió a escala global en la dinàmica de distribució de la renda: s’obre un cicle, a molts països del mon, de creixement de les desigualtats. Es despleguen dinàmiques que configuren societats més polaritzades: concentració de la riquesa, capes mitjanes fragilitzades i augment de la població en risc d’exclusió. Al creuar-se amb variables de gènere, edat i origen, resulten unes estructures socials més complexes i fragmentades. Durant l’última dècada s’acceleren aquests processos: primer com a conseqüència de la Gran Recessió i les polítiques d’austeritat; després amb la pandèmia i els seus impactes sobre les condicions de vida de barris i col·lectius vulnerables; recentment, amb les espirals d’inflació desfermades a partir de la invasió d’Ucraïna, i acarnissades sobre els preus de molts productes bàsics.

En l’actual context de canvi d’època -de grans transicions econòmiques, culturals i ecològiques- l’ampliació de desigualtats es produeix en un marc d’interaccions intenses amb les dinàmiques de segregació urbana i desvinculació relacional. La segregació dibuixa processos de separació entre grups: una quotidianitat fracturada, de llocs no compartits i escasses interaccions entre diferents. Implica per tant la (pràctica) inexistència d’escenaris de mixtura. La desvinculació apunta a l’erosió de xarxes de suport, a lògiques de vulnerabilitat comunitària. En el vell marc fordista, malgrat fortes bretxes d’ingrés, es desenvolupen cultures de classe i veïnals que permeten teixir lligams i evitar la ruptura de malles de cohesió. En contextos d’alta pressió neoliberal, es debiliten les trames col·lectives: més soledats i aïllaments (loneliness) que vincles i connexions (togetherness). Noves lògiques de fractura relacional.

Inequitats socials, fragmentacions urbanes i fragilitats comunitàries tendeixen a acumular-se en territoris d’alta vulnerabilitat. Quan la construcció d’igualtat s’atura, les segregacions tendeixen a eixamplar-se i els llaços a trencar-se. La cristal.lització progressiva d’esferes segregades i lògiques de desvinculació genera llavors noves condicions d’ampliació de desigualtats. Sí, per les escletxes de la segregació i per les baixes densitats relacionals es dilueixen les bases col·lectives de la igualtat. Sense diversitat ni lligams creuats, d’una banda, les lògiques de mobilitat social deixen de funcionar: quan no hi ha experiències compartides, se segreguen també els horitzons. La manca de barreja i de xarxes, d’altra banda, debilita les capacitats d’acció col·lectiva: deixa per tant de funcionar un dels motors històrics de la conquesta de drets socials.

És possible revertir aquestes dinàmiques? Hi ha camins transitables des d’escenaris de fragmentació desigual cap a territoris de fraternitat, amb barreja i vincles?. Les polítiques del vell contracte social-keynesià operen -amb més o menys força- en l’eix de la redistribució, però son (gairebé) alienes a les altres dues dimensions. O generen, inclús, tensions: programes d’habitatge públic que aguditzen la segregació de barris; prestacions socials focalitzades que estigmatitzen persones en situació de pobresa; equipaments públics que frenen pràctiques comunitàries i d’autogestió... Cal, en tot cas, un canvi de paradigma. Una nova agenda política de proximitat orientada a articular mixtures i enfortir solidaritats; a cartografiar mapes comunitaris cap a la igualtat. No es tracta d’un plantejament en el buit. Tenim aportacions conceptuals, polítiques públiques i pràctiques ciutadanes que obren camí: ho fan, sobretot, en el marc de la dimensió urbana de les ciències socials, del nou municipalisme i de l’acció col·lectiva de tipus prefiguratiu. 

En el pla del coneixement, la covid-19 ha tornat a sacsejar la reflexió sobre la qüestió urbana. Veníem d’anys intensius en producció de recerca, a l’entorn de l’enfortiment de ciutats i metròpolis en el context global del segle XXI. La pandèmia activa noves mirades vinculades, per exemple, a les relacions entre habitatge, espais urbans, cures i gènere; a les interseccions entre la governança local d’emergències complexes i les xarxes de suport mutu; als impactes sobre col·lectius i barris d’alta vulnerabilitat. Han emergit, al llarg dels últims anys, un conjunt d’aportacions acadèmiques innovadores i rellevants que van configurant una sòlida base intel·lectual de referència. Beveridge i Coch (‘How cities can transform democracy’, 2023) despleguen reflexions en defensa del municipalisme com a motor de millora democràtica i autogovern ciutadà; Sevilla-Buitrago (‘Contra lo común’, 2023) ho fa en defensa de la coproducció de la ciutat en clau de governança urbana comunal. Sennett (‘Construir i habitar’, 2019) aporta arguments -en base a l’immens llegat de Jane Jacobs- sobre la centralitat de les relacions socials de quotidianitat i la vitalitat urbana en el procés d’articulació d’hibridacions i mixtures. Klinenberg (‘Palacios del pueblo’, 2021) planteja l’estudi de les infraestructures socials com a àmbits on generar vincles i sentit col·lectiu; i Montgomery (‘Ciudad feliz’, 2023) ho fa amb els espais urbans com a llocs democràticament produïts, on crear condicions de felicitat col·lectiva.

En el terreny de l’acció, el nou municipalisme queda novament sacsejat pels resultats electorals del 2023. La pèrdua de les alcaldies de Barcelona (Ada Colau, BComú) i de València (Joan Ribó, Compromís) podia tenir una lectura de fi de cicle. La realitat, tanmateix, és més complexa. El cicle municipalista ha aportat un gruix de polítiques públiques i processos de construcció del comú que connecten -més enllà d’una conjuntura electoral- amb factors inscrits en les transicions de canvi d’època; i amb els reptes de l’agenda de fraternitat. S’ha articulat, d’una banda, un eix d’acció vinculat a la lluita contra les segregacions: arrelament territorial i comunitari de les xarxes de serveis universals; plans de barris i polítiques urbanes enfront la gentrificació; programes d’habitatge públic i mecanismes de control de lloguers. I s’ha anat traçant, d’altra banda, un eix d’acció vinculat a l’enfortiment de vincles col·lectius: aliances i estructures públic-comunitàries (patrimoni ciutadà, gestió cívica, organització veïnal de les cures); marcs de suport a l’acció col·lectiva i a lògiques de commoning (ateneus cooperatius, casals comunitaris, comunalitats urbanes); i pràctiques d’innovació democràtica en clau deliberativa (pressupostos participatius, assemblees ciutadanes).

En síntesi, teixir un projecte de cohesió en el marc del temps nou que vivim -travessat per bretxes socials, fractures urbanes i fragilitats comunitàries- suposa redibuixar moltes de les coordenades del vell model de ciutadania. Implica, en tot cas, transitar de l’estat i les seves jerarquies a una governança multiescalar on un municipalisme fortament empoderat disposi del conjunt d’eines per efectivitzar el dret a la ciutat. I implica també transitar dels vells règims de benestar a una agenda de fraternitat situada en el nucli del nou contracte ecosocial. Una agenda configurada per polítiques de mixtura i per pràctiques on produir els vincles d’aquestes mixtures. Afrontar el repte, en fi, de forjar comunitats diverses, trames relacionals i capacitats d’agència transformadora. Potser siguin aquests els camins a recórrer per recuperar la possibilitat d’un projecte igualitari del segle XXI. Un horitzó de democràcia del comú on articular, ara sí, igualtat amb fraternitat.  

Vincular recerca i acció: coproduir coneixement i polítiques socials

Article publicat a Social.cat (10 gener 2024)  

https://www.social.cat/opinio/20229/vincular-recerca-i-accio

Les polítiques socials de la tercera dècada del segle XXI afronten enormes reptes de fons: innovar i ampliar respostes connectades a les transicions de canvi d’època: ecològica, demogràfica, cultural, digital, etcètera. I afronten també un desafiament addicional, no menys significatiu: transformar els seus models clàssics de producció. En temps precedents, quan les certeses i les estabilitats eren elevades, la lògica professional arrelada en competències adquirides va funcionar prou bé. El desplegament del nostre estat de benestar —entre els anys 80 i la gran recessió del 2008— es va situar en aquests paràmetres: respostes tècnicament (ben) construïdes a preguntes conegudes. Eren coordenades de relativa baixa complexitat. Tot plegat va configurar un marc on, d’altra banda, els models dominants de recerca en ciències socials tendien a refugiar-se en espais i termes acadèmics poc contrastats amb l’entorn. Una recerca escassament interpel·lada a vincular-se a processos de creació de polítiques. Eren, ras i curt, temps de consensos ideològics poc impugnats; sabers professionals autosuficients; i coneixements socials massa autoreferencials. 

Però tot això s’ha alterat a fons, al llarg de l’última dècada, i de la mà de les grans transicions. La complexitat de valors i les tensions normatives, d’una banda; i la complexitat cognitiva amb dispersió social de sabers, de l’altra, tendeixen a empènyer la producció de polítiques socials cap a lògiques d’aprenentatge arrelades en intel·ligències col·lectives. El repte és ara construir, a partir de dinàmiques relacionals i col·laboratives, respostes inèdites a preguntes emergents: com articular comunitats cuidadores en entorns de vulnerabilitats quotidianes?; com forjar sentit col·lectiu reconeixent diversitats de tota mena?; com acabar amb la segregació a barris i escoles per generar escenaris de mixtura igualitària?; com garantir les bases materials de la vida quan l’ocupació i la pobresa esdevenen compatibles? Són interrogants que requereixen respostes a ser explorades en codi obert i cooperatiu. Són preguntes que demanen l’engranatge de valors i evidències. La recerca en ciències socials, per tant, s’hi haurà de vincular, sense fugir d’estudi. Per fer-ho, tanmateix, haurà d’anar superant els esquemes tradicionals: ja anacrònics però encara presents.  

La transició entre models (antics i emergents) de recerca social podria traçar-se al voltant de tres grans dimensions. En primer lloc, la fragmentació entre disciplines acadèmiques i entre ecosistemes de coneixement (espais universitaris, comunitaris i institucionals desvinculats) hauria de donar pas a una recerca interdisciplinària i a un conjunt de nodes de coneixement articulats en xarxa. En segon lloc, des d’una recerca teoricista reclosa en idiomes hermètics caldria avançar cap a agendes arrelades en problemes col·lectius, amb teories del canvi sòlides i llenguatges compartits. Finalment, una recerca en ciències socials ancorada en l’impacte acadèmic hauria de transitar cap a objectius d’impacte social, a partir del compromís amb l’entorn i dels sabers situats.    

Sobre aquestes bases, la maduració d’unes ciències socials transversals i connectades a la comunitat no seria, per tant, una opció més, sinó el canvi de rasant necessari per aportar evidències a processos de creació de polítiques socials obertes al debat de valors i a l’aprenentatge col·lectiu. Seria el paradigma des d’on acompanyar noves pràctiques, des d’on construir solidesa transformadora. I com aterrar tot això? Pas a pas, amb iniciatives concretes i un horitzó estratègic. Calen acords de vinculació i marcs estables de treball per triangular polítiques de proximitat, pràctiques comunitàries i recerca social aplicada. Comptem ja, de fet, amb algunes experiències recents i en marxa que val la pena considerar. 

El nou cicle de polítiques públiques front la vulnerabilitat urbana. Al llarg dels darrers anys, els plans de barris de l’Ajuntament de Barcelona i posteriorment de l’Àrea Metropolitana; així com els programes ‘Barris i comunitats’ de la Diputació de Barcelona i ‘Barris amb futur’ de la Generalitat han anat configurant un espai molt fèrtil de coproducció de coneixement entre instituts de recerca, administracions públiques i teixit sociocomunitari.   

Els programes de garantia social d’ingressos. La Generalitat, a través de l’oficina del pla pilot de renda bàsica; així com l’Ajuntament de Barcelona, amb la iniciativa BMincome (prestació d’inclusió a llars vulnerables de l’Eix Besòs) i del projecte Amunt (vinculació de persones perceptores de l’ingrés mínim vital (IMV) a itineraris d’inserció laboral) han impulsat experiències capdavanteres en el terreny de la garantia de rendes. S’ha produït, en totes elles, l’articulació de pràctica innovadora (lògica experimental) amb coneixement (avaluacions i evidències) i amb presència clau d’espais de recerca aplicada, mètodes participatius i resultats orientats a l’aprenentatge.  

Les pràctiques cooperatives i les polítiques d’economia social i solidària (ESS). En la confluència entre moviment cooperatiu i polítiques urbanes de suport a l’ESS, s’ha configurat a la metròpoli un entramat de xarxes d’intercooperació creadores d’estructures econòmiques territorials: pols i ecosistemes cooperatius, comunalitats urbanes. Són rellevants en termes substantius, ja que connecten creació de valor amb benestar ecosocial; i ho són també perquè neixen i es consoliden en espais de col·laboració entre el teixit social (ateneus cooperatius), centres de recerca aplicada (Institut Metròpoli) i programes de formació (postgraus i màsters) en polítiques socials i acció comunitària, gènere, estudis urbans, ESS, agroecologia, ectètera.  

Els projectes d’investigació-acció-participativa (IAP) i de ciència ciutadana. Al llarg dels últims deu anys s’han desplegat a Barcelona, d’una banda, el projecte ‘IAP a les escoles’ (impulsat per l’IGOP) com a pràctica que connecta recerca universitària i centres educatius de barris populars, implicant l’alumnat en experiències d’investigació social vinculada a la millora comunitària. I s’ha anat enfortint, d’altra banda, el ‘Programa municipal de ciència ciutadana’, on equips científics i persones no especialitzades han posat en comú experteses acadèmiques i vivencials per fer front als reptes de la transició ecològica: des de la resiliència climàtica a la preservació de la biodiversitat.  

Són només alguns exemples, segur que se’n podrien trobar d’altres. La suma de tots ells va expressant —amb dificultats però amb força creixent— el canvi de paradigma en recerca i la vinculació de les ciències socials a escenaris d’innovació en polítiques i pràctiques col·lectives. Es tracta, en efecte, d’un coneixement sòlid i metodològicament rigorós que es connecta a les dimensions més innovadores de l’agenda social: la construcció de cohesió als barris, la lluita contra la pobresa en clau de ciutadania, la prosperitat compartida o la transició ecosocial. Són els punts de trobada entre recerca compromesa i polítiques socials reflexives per teixir nous camins de ciutadania i de transformació.